sábado, 7 de mayo de 2011

Reparando.

Encontró el vestido que tanto le gustaba, ese era el día perfecto para usarlo. Lo extendió para recordar cuánto le gustaba, pero, increíble que lo hubiera olvidado, estaba roto. El tirante derecho colgaba como una tirita más de tela... Sólo había una cosa por hacer: coserlo. Buscó en el cajón de los hilos uno que se pareciera al pálido café, sólo había un rosa pálido, era otra opción, también servía. Puso el hilo en la aguja y comenzó, alguna vez su abuelita con mucha ilusión la había intentado enseñar a coser, ésta era su primera prueba en el mundo real. No era tan difícil una vez que había emepezado. Una puntada de ida, una de regreso. Recordaba el día que se había despegado el tirante, había sido un día largo y difícil, pero ya era parte del pasado, la única consecuencia visible estaba por ser reparada. Terminó, se puso el vestido, y era como si nada nunca hubiera alterado la armonía de su hermoso vestido café pálido, a menos que alguien lo examinara muy de cerca y se diera cuenta que el hilo del tirante derecho era rosa pálido, en vez de café pálido, pero parecía suficiente. Así se arreglan los problemas, pensó. Y luego se sintió conformista. Pero.. ¿qué hacer?

lunes, 11 de abril de 2011

Todo empezó..

.. aquel día cuando su computadora no funcionaba normalmente; para que prendiera necesitaba presionar F11 muchas veces y el sistema se recuperaba. Así le gustaba su computadoraporque la sentía como parte de ella misma, entonces no hacía nada para arreglarla, no quería, no en aquel momento. Pero tenía que esperar a que volviera el sistema, y mientras esperaba, pensaba..

..pensaba por qué era tan importante que prendiera aquel aparato, si no prendiera, entonces qué pasaría con todo lo que tenía por hacer aquella tarde, simplemente cuánto la necesitaba. Y sabía que si algún día la arreglaba, definitivamente extrañaría tener que presionar F11, por momentos que a veces llegaban a parecer, hasta eternos... 

..inesperadamente, el guión blanco de la esquina superior izquierda desaparecía, y veía surgir de las profundidades de la pantalla los cuatro colores del logotipo del sistema operativo, y la sensación de satisfacción era indescriptible. Secretamente había algo que le gustaba en la incertidumbre de todo aquello, y sabía que cuando tuviera que prender de nuevo su frágil computadora, ahí estaría, internamente feliz, presionando F11, otra vez.